Masonería y Política

La Masonería no es una asociación política, no tiene fines políticos y, por tanto, no acciona políticamente como institución.

Todo masón debe ser un hombre pacífico y respetar las leyes del país en el que vive. Los principios de la Orden no se contraponen jamás con el deber de sus miembros como ciudadanos.

No debe confundirse su actividad con la de ningún partido político, ya que no promueve la doctrina de movimiento político alguno, ni se adhiere a ninguna ideología de tal naturaleza. La Masonería no necesita reproducir los movimientos e instituciones que ya existen y que trabajan en determinados niveles o áreas concretas de la realidad social. No obstante, el masón no debe permanecer indiferente a los problemas derivados de las políticas de los pueblos, y es en ese sentido que, individualmente, puede abrazar los ideales políticos y sociales que íntimamente y en su fuero interno determine, aunque para pertenecer a la Orden debe reconocer la tolerancia y la convivencia pacífica entre los hombres como guía de las aspiraciones e inclinaciones políticas. Ello así, pues la Orden descarta de plano la promoción de cualquier tipo de expresión autoritaria o totalitaria que cercene la libertad de las personas, en cualquiera de sus múltiples expresiones particulares.

Todo masón debe ser un hombre pacífico y respetar las leyes del país en el que vive. Los principios de la Orden no se contraponen jamás con el deber de sus miembros como ciudadanos. La Masonería está en contra de que sus miembros la utilicen para promoverse en cualquier ámbito en pos de satisfacer intereses personales. En definitiva, sus deberes cívicos deben prevalecer frente a cualquier obligación hacia otro masón.

De esta manera, caben en su seno todo tipo de personas que, sin caer en el exclusivismo, clasismo, intolerancia, fanatismo, sectarismo o dogmatismo, deseen analizar libremente al ser humano, su existencia y demás aspectos de la vida en general, en virtud del progreso y la evolución, tanto individual como colectiva.