La Navidad, su interpretación simbólica
“Muchos parecen dudar de la necesidad, para quien aspira a la iniciación, de vincularse primeramente a una forma tradicional de orden exotérico y de observar todas sus prescripciones; por lo demás, ese es el indicio de un estado de espíritu que es propio del occidente moderno, y cuyas razones son sin duda múltiples.”
“Iniciación y Realización espiritual”, René Guenón — Capítulo VII.
Una forma tradicional es legítima por su conexión con la — Tradición Primordial — , de la que en última instancia provienen todas por vía de adaptación a circunstancias de tiempo y lugar determinados, y en tal sentido, el TAO, el cristianismo o no importa cual otra forma tradicional, se encuentran en plano de igualdad tanto en la ortodoxia como en la regularidad.
Allí donde el exoterismo y el esoterismo están ligados directamente en la constitución de una forma tradicional, de manera que no son en cierto modo sino como las dos caras exterior e interior de una sola y misma cosa, es inmediatamente comprensible que es menester primeramente adherirse al exterior para poder después penetrar al interior.
Omraam Mikhaël Aïvanhov, en su libro “Navidad y Pascua en la tradición iniciática”, expone:
Si existen cuatro fiestas cardinales: Navidad, Pascua, la fiesta de san Juan y la de san Miguel, no es por casualidad o porque algunos religiosos hayan considerado conveniente instituirlas, sino porque corresponden a fenómenos cósmicos.
En el transcurso del año, el sol pasa por cuatro puntos cardinales: Equinoccio de primavera, Solsticio de verano, Equinoccio de otoño y Solsticio de invierno, y durante estos cuatro períodos se produce en la naturaleza gran afluencia y circulación de energías que ejercen influencia sobre la tierra y sobre todos los seres que la pueblan: las plantas, los animales, los humanos.
La fecha en la que se celebra la Navidad como festividad Cristiana, no es otra que la del Solsticio de Invierno en el Hemisferio Norte, y que dicha fecha no tiene absolutamente ninguna relación con el supuesto “nacimiento histórico” de Jesús, de hecho, no fue adoptada sino luego del Reinado de Constantino, quien sustituyó con esta a la mucho más antigua celebración del SOL INVICTUS, lo cual es, sin embargo, un hecho histórico indiscutible.
Numerosas tradiciones indican que lo mitos desarrollados sobre la navidad y la tradición crística del nacimiento de Jesús, tienen su raíz en eventos astronómicos, siendo que cada año, el 25 de diciembre a medianoche, la constelación de Virgo asciende en el horizonte; por eso se dice que Jesús nació de la Virgen, en el punto opuesto aparece Piscis, y en medio del Cielo se puede ver la magnífica constelación de Orión en cuyo centro se alinean las tres estrellas que, según la tradición popular, representan a los tres Reyes Magos, en esta fecha tiene lugar en la naturaleza el nacimiento del principio crístico, de esta luz y de este calor que van a transformarlo todo; el nacimiento de Cristo es un acontecimiento cósmico: es la primera manifestación de vida en la naturaleza, el principio de todas las manifestaciones.
En cuanto a las estaciones, el verano era entonces la época de “florecimiento y abundancia”, en tanto que el invierno, constituía la época de “dificultades y de recogimiento”. La humanidad comenzó a pensar en las causas de las cosas, en los motivos por los que los fenómenos se producían de esa forma continuamente, y no de ninguna otra. Así, las ideas de la luz y de la oscuridad comenzaron a complejizarse, surgiendo explicaciones míticas en las que estos conceptos se encarnaron en personajes arquetípicos, y aún así, estructuras materiales por las cuales los hombres rendían culto a tales hechos naturales.
La festividad más popular en nuestros días relacionada con el Solsticio, es la Navidad (nati-vidao — nacimiento de la vida). La mayor parte las deidades de distintas culturas tienen en común su carácter “solar”, y es por ello que el 21 de diciembre es una fecha de referencia, en tanto el sol llega a su punto más cercano o más lejano en ambos trópicos, y en ellos permanece en un aparente estado de quietud por tres días, emprendiendo nuevamente su aparente movimiento, desde una perspectiva terrestre, el 24 de diciembre. Posteriormente, en el año 354, se trasladó esta festividad solar al 25 de diciembre, haciéndola coincidir con las Fiestas Saturnales. Se celebraba el nacimiento del Sol, “Natalis Solis Invictus” (nacimiento del sol invencible, Día del Sol Invicto) personificado en el dios Mitra, fecha que era celebrada entre los Persas, y posteriormente entre los Romanos. Entre los Asirios se festejaba el nacimiento de Adonis un 25 de diciembre, como el de Tammuz en Babilonia. No sorprende entonces que en tiempos de San Jerónimo se construyese la llamada “Iglesia de la Natividad de Belén”, sobre un santuario de Adonis. También coincide con el día conocido entre los egipcios como el “Nacimiento de Infante Horus”. Esta fecha fue tomada también por los griegos, que festejaban el nacimiento de Dionisos o Baco un 25 de diciembre, cuando le gestó una Virgen, la Magna Mater. En la misma fecha nace entre los nórdicos el dios Freyr, hijo de Odín y Friga. Freyr es el regente luz celestial, en cuyo honor se encendían hogueras y se distribuían coronas de muérdago.
Esta es la condición ineludible en la que se encuentra el ser humano, formando parte de un complejísimo entramado de ciclos que intenta desentrañar, siendo el único ser que a partir del ejercicio de su inteligencia y razón, intenta comprender lo infinito, lo trascendente, aquello que lo excede. Es entonces la Masonería, la Institución que por excelencia, en nuestros días pretende mantener aquel sublime y primitivo anhelo del Hombre por acercarse a la Verdad, por comprender y determinar las causas del mundo que lo rodea, uniendo en sus Logias a personas que de otro modo hubiesen permanecido perpetuamente distanciadas, todas ellas movilizadas por el mismo fin que impulsó a aquellos primeros hombres que levantaron su vista hacia los cielos.